Anunciado en el E3 del 2004, el proceso de desarrollo de Dragon Age ha sido largo e intenso, pero Bioware no ha escatimado esfuerzos en crear lo que consideran de modo interno el "sucesor espiritual" de Baldur's Gate, un reto complejo al que la compañía canadiense ha respondido como acostumbra, con un juego excepcional, imaginativo y detalladado hasta la obsesión. Una aventura realmente épica en todos sus aspectos que actualiza conceptos clásicos del género y los pone al día con brillantez para regalarnos uno de esos títulos que dejará huella en la memoria de los amantes del género.
Construir un mundo es una de las tareas más complicadas a las que se puede enfrentar un autor de fantasía en cualquier medio y las posibilidades de hacerlo mal o acabar con algo derivativo son inmensas. No es sólo una cuestión de talento, también se necesita tiempo y dedicación. Tolkien se pasó una vida dando forma al mundo de Arda usando la base de los mitos nórdicos, su gran amor y campo de estudio; construyó su historia, sus mitos y leyendas, la motivación de sus pueblos y el cómo se había llegado al punto de inflexión que marcaría el final de la Tercera Era descrito en la célebre trilogía. Los diseñadores de Dragon Age no han tenido ese lujo, pero en una entrevista en Edge fechada en el 2004 los responsables comentaban que un equipo de cuatro diseñadores, todos expertos y apasionados en el género, se habían pasado cuatro años trabajando en el contexto del mundo de Dragon Age, dando forma a cinco milenios de historia; cuatro años en 2004, más los que se hayan pasado desde entonces.