Tras casi 4 años, volvemos a Aperture Science en la secuela del revolucionario Portal. La aventura de Chell retorna en un título mucho más completo y largo, con una narrativa más profunda y con mejoras en su jugabilidad, añadiendo nuevos elementos a la fórmula original.
Como si de unas ruinas mal cuidadas se tratara, los nuevos y más complejos niveles de Portal, bien separados e intercalados de trayecto en ascensor y tiempos de carga, están llenos de vegetación, escombros, paneles oxidados, tubos rotos, polvo, agua...
En la primera hora de juego veremos cómo hemos aumentado nuestra pericia para resolver los cientos de puzles y acertijos jugables propuestos, en la segunda hora podremos comparar un avance similar, en la tercera otro y así hasta un total de ocho o diez horas de juego individual que nos regalarán tantos buenos momentos como satisfacciones al ir resolviendo las situaciones más inabarcables si las miramos con lejanía. Esto se refiere a que siempre que lleguemos a un nuevo desafío y lo observemos desde fuera, antes de meternos en faena, encontraremos un reto prácticamente imposible que con los primeros intentos va haciéndose más lógico y que tras unos minutos de observación darmos un salto de alegría al hallar la respuesta y ponernos manos a la obra. La satisfacción que consigue exportarnos el juego, como decimos y como debe ser en el género puzles, es absoluta. Mayor cuanto más se avanza.
Las animaciones son perfectas, como en casi todos los juegos de la compañía y todos los personajes parecen tener vida propia, algo que también se sustenta con las sombras, dinámicas y apropiadas según el tono de luz, o la nueva iluminación, que baña las estancias de manera sutil pero consigue dejarnos postales únicas y un buen tratamiento general. El sonido ha sido otra grata sorpresa que nos ha regalado de Portal 2.